Vampiros de la city

sábado, 8 de noviembre de 2008

“La noche es la mitad de la vida y la mejor mitad”, dijo alguna vez Goethe, el poeta y dramaturgo alemán. ¿Será que así piensan aquellos que les toca ganarse el pan cuando la mayoría duerme? Con esa duda decidí recorrer la city porteña, esa zona donde de día se vuelve turbulenta, ruidosa y estresante, quizás con el ánimo de encontrar una versión mejorada.
Detrás de las rejas de una de las entidades financieras de la calle San Martín se encuentra José Giménez, guardia de seguridad privada desde hace 25 años. José trabaja doce horas seis días a la semana, y casi siempre de noche. Si bien su voz ronca y sus ojeras grises denotan un cansancio acumulado, Giménez afirma: “Siempre preferí este horario porque se labura más ordenado y me permite deja el resto del día libre para hacer diligencias”. Casado y con tres hijos, Jiménez cuenta que su familia ya está acostumbrada, y que nunca faltó a casi ningún acto escolar de sus hijos, aunque luego termina por reconocer con un brillo en sus ojos: “Siempre fue difícil para mi mujer ir a acostarse y no tener a su pareja al lado”. Mientras controla la salida del personal de limpieza cuenta sus secretos para mantener la vigilia: “Siempre tengo la radio prendida y no paro de caminar, recorrer los sectores, y algunas veces hasta juego a que soy el presidente y me siento en su sillón”, sonríe pícaro. Gímenez duerme tan sólo tres horas, y dice que le alcanza, pero a sus 54 años es conciente que no descansar es peligroso. Y cuenta una anécdota: “Tuve un compañero que una noche dejó abierto el banco y se fue. De casualidad pasó el dueño de la entidad con el auto y como le extrañó la situación, entró y lo buscó, pero no lo encontró. Cuando lo contactaron había sufrido un delirio de persecución. El banco había estado abierto sin custodia por cuatro horas sin que nadie se haya dado cuenta”.

Saliendo del microcentro y camino a Retiro aparece otro de los insomnes de la city. Se trata de Adríán Costas (25) que desde hace cinco años se ubica detrás del mostrador de una estación de servicio de Córdoba y Madero, hasta las 6 de la mañana. Costas reconoce que el cansancio es el enemigo a vencer. “Al principio el cuerpo no me respondía, pero después uno se termina acostumbrando a manejar los tiempos. Aunque cuando te toca trabajar 15 noches seguidas para cubrir a alguien, ahí sí, me transformo en una momia”. Costas no sólo pierde horas de sueño. “Me casé hace ocho meses y a mi mujer, que está embarazada, casi no la veo.”, se lamenta. Y agrega: “Uno se aleja de los amigos porque cuando estoy libre los demás tienen algo que hacer".
Otro de las cosas con las que tiene que lidiar es con la inseguridad. “A pesar de la cana, desde que estoy ya robaron cinco veces”. Y cuenta la última: “Entró uno preguntando de quién era el auto estacionado en la playa. ‘Del señor que está comiendo ahí’, le dijimos. El tipo fue, le pidió muy amablemente las llaves mientras lo encañonaba y se subió al auto lo más tranquilo. Esas cosas creo que sólo se ven de noche”. Sobre la galería de personajes que visitan el lugar, Adrián enumera: “borrachos, prostitutas, chorros”. Los que nunca faltan son los tipos que vienen con tarjetas de crédito gemelas, o los borrachos que te caen tipo cuatro de la madrugada, te quieren pedir algo y apenas balbucean”, cuenta.Por último, Costas, deja una definición acerca de su trabajo. “Cuando empezás a trabajar de noche pasás a formar parte de un submundo, andás a contramano de todos y sos una suerte de marginal”.


Por Daniel Barrientos

Para pensar

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