Cerca de los puestos de la tradicional feria de artesanos de Parque Centenario hay otro conjunto de puestitos que se instaló luego del 2001, pero que nada tiene que ver aquellos. Si los primeros son orgullosamente lo último que queda de los hippies de los 60 (o los hijos de aquellos), los nuevos no se resignan a ser lo último que queda del menemismo.
A las tradicionales artesanías que se venden en la feria de toda la vida, en la nueva feria las sustituyeron por lo que les queda de las giladas que se compraron mientras duró el sueño de la convertibilidad.
En una pueden comprarse toda clase de adornos, cajitas, aritos, prendedores, sacacorchos y pipas de agua, todo hecho con la paciencia y la pericia de los años de actividad. En la otra hay juegos de lapiceras de marca, artefactos electrónicos de uso inexplicable, ropa que supo ser elegante. Y también hay cajitas, sacacorchos, prendedores y aritos pero de los que llevan la marca de la serialización.
En una se atiende con esa amabilidad seca y sin demasiados vous les vous que ya es marca registrada. En la otra hay quien se cree en el derecho de maltratar a la gente, de mirarla en tren de -No sabés quién soy yo.
En fin, los remanentes de dos momentos de la clase media, ideológicamente opuestos, que se demoran en seguir la historia.
Por Bruno Antenucci