Mi abuela va a la escuela

domingo, 28 de septiembre de 2008

María Esther Corigliano acaba de empezar el Ciclo Básico Común para la carrera de Artes en la Universidad de Buenos Aires e integra desde hace tres años el coro del Centro Cultural Ricardo Rojas. Podría ser una estudiante más, pero lo cierto es que Esther, docente jubilada y directora de una escuela primaria durante dos décadas, terminó la secundaria hace 60 años y pertenece a un grupo cada vez más numeroso de adultos mayores que deciden no dedicarse sólo a los nietos.
“Siempre me lo debí, era como una materia pendiente estudiar arte y además lo complemento con el coro, otra forma de arte”, cuenta Corigliano, quien a su vez confiesa sus verdaderos objetivos: “Quiero mantenerme joven, relacionarme con gente joven, e incorporar nuevas ideas. Hacer esto a mi edad es un hermoso desafío”.
Esta actitud es la que recomienda Carlos Benahim, médico gerontólogo, quien señala que “es muy importante que las personas mayores cumplan sus asignaturas pendientes: que puedan cantar, bailar, expresarse, estudiar, todo es válido y bueno para la salud”. Y agrega: “Tienen que sentirse activos y productivos para no caer en las enfermedades psíquicas típicas de la edad, como la depresión".
Clara Benavides tiene 78 años, y es una de los casi miles de asistentes a los cursos de Informática para adultos mayores de 50 años del Rojas. Si bien comenta que le gusta “estar actualizada con el mundo de la juventud”, revela que gracias a Internet consiguió lo más buscado: comunicarse con sus hijos que viven en el exterior. “Hablar por teléfono era carísimo, así que ahora les mando e-mails, y hasta fotos”, cuenta Clara con entusiasmo.
Para Benhaim, el contacto con las nuevas tecnologías es positivo porque “permite compensar aspectos que a esta edad pueden estar en desventaja, como situaciones de aislamiento por discapacidad, falta de estímulos afectivos y cognitivos, potencialidades adormecidas o estancamiento personal".
A pesar de su rol activo, una de las cosas que no cambia es la relación con los nietos. María Esther cuenta que si bien tiene menos tiempo, porque le dedica cinco horas diarias a los libros, se hace un lugar para estar con ellos y “cocinarles lo que les gusta”. En tanto, Clara va más allá y dice que aprender computación la acerca aún más en la relación: “Ellos sienten que entiendo su lenguaje”, sostiene.
Ambas abuelas dan muestras de que lo suyo es una cuestión de actitud: “Si uno se queda sentado en la casa, inmóvil, es como si estuviera en la sala de espera de la muerte”, dice María Esther.
Y precisamente, tener más de 60 años no debería ser sinónimo de enfermedad ni un problema, sino una etapa más de la vida activa de una persona. Porque en definitiva, aunque ENVEJECER sea un mandato, CRECER sigue siendo opcional.

Daniel Barrientos

Para pensar

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